Nota Multimedia Final: Fidel Serrano

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Nota Multimedia Final: Fidel Serrano

     
 


NOTAS

UN PORTÓN, UNOS TECHOS, UN AVIÓN

Entre 1975 y 1979 en Quilmes, Buenos Aires, funcionó el Centro Clandestino de Detención y Tortura conocido como “Pozo de Quilmes”. Un portón, unos techos, un avión son los índices que algunos de los sobrevivientes supieron interpretar para saber que estaban allí. Las evidencias para que, casi 50 años después, se haga justicia.

 

Por Fidel Serrano 23 de junio 2024

 

 

 

 

Un portón

*Relato en base al testimonio de Alcides Chiesa en el Juicio “Circuito Camps” (2011).

Quilmes, 15 de octubre de 1977.

Más de un año pasó desde que el gobierno de María Estela Martínez de Perón fue derrocado por un golpe de Estado. El régimen dictatorial, presidido por Jorge Rafael Videla, utiliza los mecanismos del Estado como una máquina racional de la muerte. Las desapariciones forzadas, las torturas, los fusilamientos y las ejecuciones son las prácticas clandestinas instauradas para combatir la “subversión”.

Alcides Chiesa, estudiante de cine del Instituto Nacional de Cinematografía y militante peronista, almuerza en su casa junto a su familia.

Su madre le avisa que llegó a visitarlo un amigo, el pintor Manuel Oliveira. Meses atrás Chiesa había filmado una película sobre la obra de Oliveira que fue secuestrada y prohibida por la dictadura.

La serie de pinturas de Oliveira trataban la soledad. En uno de los reportajes que formaban parte del documental, la soledad de un detenido en un régimen dictatorial es uno de los ejemplos que pone Oliveira.

Una de las pinturas de Oliveira.

Chiesa sale. Oliveira se acerca: “Hay un despelote bárbaro”, dice. Se aprietan fuerte las manos. Los oficiales —entre 10 y 15— vestidos de civil salen de sus escondites, retienen a Chiesa y le tapan la cabeza con un pulóver. Le ordenan a Oliveira que se retire.

El coche da vueltas y vueltas. Aun en el piso del asiento trasero, bajo las suelas de las botas, solo viendo en negro, Chiesa no pierde pista del trayecto.

Le preguntan si conocía a Juan Antonio Ginés, sindicalista y militante de la Juventud Peronista (JP) y Montoneros. Ginés, por entonces, permanecía en la clandestinidad. Todos los lunes, por razones de seguridad, se encontraban en la carpintería metálica del padre de Chiesa.

“Es mi amigo”, responde Chiesa. “A ese ya lo bajamos”, afirman los oficiales.

El coche se detiene y sube al cordón. Un portón corredizo se desliza chirriante sobre el riel. El ruido es muy particular. Le es conocido, le es familiar. Ya había estado allí.

La Plata, 2011.

“Cuando llegué certifiqué que era el lugar porque hace dos o tres años, junto a mi padre, habíamos hecho la carpintería de la Brigada de Quilmes”, relata Chiesa frente al Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata en el marco del Juicio conocido como “Circuito Camps”. Detrás están sentados los represores, entre ellos, Miguel Etchecolatz.

Escuché el portón y me di cuenta que era el que habíamos construido, porque tenía una pequeña falla al correrse. Por el ruido mismo, supe que estaba ahí”, recuerda mientras se le dibuja, inevitable, una mueca que es como un puño apretado de victoria. Pequeño triunfo del ingenio y la memoria que reveló una hendija, un punto ciego, de la maquinaria —falible— del terror.

***

Sobre Allison Bell, casi en el cruce con Garibaldi, estaba el portón sobre riel chirriante —años después fue modificado— que Chiesa había construido junto a su padre. Era la entrada al garaje, por donde se ingresaba a los detenidos, y también el principal acceso al edificio de cuatro plantas en el que se encontraban los calabozos.

 

bn2VITl.pngCroquis de la planta baja. Fuente: Kiti Lopez, en Quilmes, la Brigada que fue Pozo (2016)

 

Y en la esquina, justo en la intersección de las dos calles, una casa tipo chalet de dos plantas a la que se entraba vía unas escalinatas. Esa era la cara visible de la Brigada de Investigaciones de Quilmes, perteneciente a la Policía de la Provincia de Buenos Aires. La fachada que escondió el funcionamiento, entre 1975 y 1979, del Centro Clandestino de Detención y Tortura (CCDyT) que los sobrevivientes denominaron como Pozo de Quilmes, pero también fue conocido como “Chupadero Malvinas” y “División de Cuatrerismo”.

 

rPRypID.jpegEl Pozo de Quilmes en 1984.

 

2Iiam1Y.pngCroquis del barrio y de la planta baja del chalet. Fuente: Kiti López, en Quilmes, la Brigada que fue Pozo (2016)

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Un avión

*Relato en base al testimonio de Patricia Pozzo en la audiencia N°22 del Juicio “Brigadas”.


La Plata, 29 de julio de 1976.

Patricia Pozzo había cumplido 18 años pocos días atrás. Había militado en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) hasta 1975, cuando oficiales del ejército y efectivos de la policía federal asesinaron a su amigo y compañero de la UES, Ricardo “Patulo” Rave. Fue secuestrada en su casa de La Plata junto a su hermana Julia, su cuñado Roberto Castagnet, y Fabián Asla, compañero de militancia.

Con los ojos vendados, la suben junto a su cuñado a un Ford Falcon. Llegan a un descampado, el Pozo de Arana. La hacen pasar por debajo de una reja. Luego, en una gran sala, la hacen caminar por encima de un océano de pies y manos. Reconoce nombres, como el de Juan Carlos Stremi, ex compañero de la UES, y el de su hermana. Las atan juntas y las encierran en un calabozo con una cama de cemento y un colchón, que los oficiales quitaban para las sesiones de tortura.

Los guardias cambiaban constantemente. Patricia Pozzo recuerda a uno en particular: entraba a la celda, las insultaba, las toqueteaba y se echaba a llorar porque su sueño siempre había sido ser locutor de radio.

Aproximadamente dos semanas después, junto a un contingente de detenidos, Patricia Pozzo sale de Arana y es separada de su hermana. Fue la última vez que la vio. Julia Pozzo continúa desaparecida.

Ya en el camión, un detenido se levanta las vendas y relata el camino. Identifica el centro de La Plata. Piensa, dice: “Nos liberan”. Pero el camión no se detiene.

***

Hay numerosos casos de circulación en varios CCDyT como el de Patricia Pozzo, ya que el Pozo de Quilmes formó parte del Circuito Camps: una red represiva de 29 CCDyT ubicados en 9 partidos del conurbano sur y La Plata. El nombre deriva del entonces Jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, General Juan Ramón Camps. Su conceptualización como “circuito” a raíz de la evidencia de que la gran mayoría de las víctimas fueron trasladas de CCDyT a otros de la misma red, sin seguir un patrón común. Lo mismo sucedió con varios represores que fueron vistos en más de un CCDyT.

***

El viaje es eterno hasta que el portón corredizo chirria. Atraviesan el garaje y los hacen subir por las escaleras. Las manos de Patricia Pozzo buscan apoyo y las paredes son húmedas, como mojadas, como de gruta o caverna.

La encierran en un calabozo en el primer piso, junto a otras cuatro mujeres: Norma Riveros, Rosa Elena Vallejos, Cristina Kafka y Cristina Rodríguez. Gritaron para ir al baño, para tomar agua, para comer. Tuvieron la impresión de que iban a morir allí. Recién dos días después un guardia acudió.

 

nGrKl8v.pngCroquis del primer piso. Fuente: Kiti Lopez, en Quilmes, la Brigada que fue Pozo (2016) 

A Patricia Pozzo le quitan las vendas. Para tomar les dan mate cocido; para comer una bandeja de basura —cáscaras de fruta, migas de pan sucio y huesos— que a Patricia Pozzo le ordenan repartir. Camina por el pabellón y entra celda por celda. Desata a sus compañeros, sucios, flacos, semidesnudos, y les entrega la basura.

En el Pozo, Rosa Elena Vallejos moja un hueso en el mate cocido, como si fuera una medialuna de manteca; en el cielo, surca un avión publicitario: “¡Compre pizza en Quilmes!”.

***

Se estima que alrededor de 250 personas estuvieron detenidas y privadas ilegalmente de su libertad en el Pozo de Quilmes. Las torturas, físicas y psicológicas, fueron una constante: interminables sesiones de picana eléctrica, largas horas sin comida ni agua, violaciones y abusos sexuales.

Siete de las detenidas estuvieron embarazadas y fueron trasladadas al Pozo de Banfield o al Hospital de Quilmes, donde fueron atendidas por el ex-médico de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Jorge Antonio Bergés, ya que el Pozo de Quilmes no contaba con sala de partos.

Además, en el marco del Plan Cóndor, estuvieron detenidos allí extranjeros de países limítrofes: uruguayos, paraguayos y chilenos. Está comprobada la colaboración con el Ejército uruguayo, que indagó y torturó a sus compatriotas en la dependencia del partido de Quilmes.

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Unos techos

*Relato en base al testimonio de Rubén Schell en la audiencia N°66 del Juicio “Brigadas”.

 

Quilmes, 17 de mayo de 2022.

Es la audiencia N°66 del Juicio “Brigadas”, que unificó las tres causas por los crímenes de lesa humanidad perpetrados en los CCDyT Pozo de Quilmes, Pozo de Banfield y “El Infierno” de Avellaneda.

Rubén “Polaco” Schell está a unos metros del ex-portón corredizo, ahora levadizo. En sus anteojos, el reflejo de una computadora, y detrás suyo un mural: tres hileras de retratos de desaparecidos que pasaron por el Pozo de Quilmes. Es la primera vez que un sobreviviente presta declaración desde un ex-CCDyT.

Intercalando pitadas de cigarrillo, Schell comienza a recordar.

Temperley, 12 de noviembre de 1977.

Tenía 23 años, militaba en la JP y en Montoneros. Eran las doce y media del mediodía cuando Schell volvía de su trabajo en una fábrica de baterías, a una cuadra de su casa. Sin siquiera llegar a meter la llave en el portón, todo sucede muy rápido: había visto los tres Falcons y el Dodge cuando compraba en el almacén; ahora los hombres que iban dentro hacen preguntas a un vecino, que lo señala. El grupo de oficiales vestidos de civil bajan y lo reducen en la vereda de su casa, mientras su madre lo observa aferrada a las rejas del portón.

Le tapan la cabeza con un pulóver y lo introducen al piso del Dodge 1500. En el trayecto, los oficiales lo pisan con las botas. Ríen y hacen chistes sobre el otro detenido —Schell después se enteraría que se llamaba Pablo Dikij— que iba en el baúl: “Decían que iba como chorizo en la fuente por los sacudones del auto”.

El portón sobre riel chirria. El vehículo entra al garaje. Schell y Dikij son puestos contra una pared. Schell señala ahora con su mano: “Era la pared que tengo aquí a mi lado”. Las armas se cargan y se gatillan, sin balas. Los oficiales ríen a carcajadas.

El primero en ser torturado es Dikij. Lo llevan a la habitación que ahora está detrás de Schell y del mural: esa fue la sala de torturas. Se escuchan los gritos, y el tableteo de la camilla.

La tortura termina y Dikij es arrojado al lado de Schell. Es su turno: comienza la sesión de golpes y picana eléctrica. Lo interrogan, le piden nombres, pierde algunos dientes. Cuando terminan, lo suben esposado hasta el tercer piso.

 

Croquis del segundo y tercer piso. Fuente: Kiti Lopez, en Quilmes, la Brigada que fue Pozo (2016)

 

Los efectivos disfrutan viendo como Schell cae, se golpea y rebota contra las paredes húmedas que Patricia Pozzo había tocado con las manos. “Tiene una sensación de pozo, que de ahí debe ser que sale lo del nombre del sitio”, reflexiona Shell.

Schell estuvo detenido ilegalmente en el Pozo de Quilmes 102 días y 11 horas. En todo ese tiempo, junto a los compañeros de encierro, construyeron una adaptación del lenguaje de señas para comunicarse; se contaron sus anécdotas e historias de vida; armaron una novela y organizaron un programa de radio; silbaron el Himno a la Alegría, ante cada traslado, como buen augurio. Para Navidad, armaron un pesebre con miga de pan amasada con saliva y lo pusieron al lado de la entrada del pabellón. Al día siguiente uno de los guardias lo rompió a patadas.

En uno de los recreos que les daban, que constaban en sacarlos de las celdas para que las limpien y que puedan caminar un poco en la ínfima ele del pabellón, se treparon a las rejas y lograron divisar el techo del Hospital de Quilmes.

“Y yo veía pasar el techo de la línea de colectivo que me llevaba exactamente para mi casa, la línea 278”.

***

En enero de 1980 el CCDyT se desarticula y el edificio es destinado al Destacamento Femenino de Quilmes. En 1983, ya en democracia, vuelve la Brigada de Investigaciones. Lo ocupa hasta 1998, cuando se conforma allí la Departamental de Investigaciones (DDI) de Quilmes.

En 2016 el Colectivo Quilmes, Memoria, Verdad y Justicia impulsó un proyecto de ley para convertir al Pozo en un Sitio de Memoria. Ese mismo año fue aprobado por unanimidad por el Congreso de la provincia de Buenos Aires. En 2017 se creó el Consejo del Sitio para que se ocupe de su gestión, y se realizó la desafectación del sector de celdas del uso del Ministerio de Seguridad de la provincia. Recién en 2020 se llevó adelante la total ocupación del edificio.

Desde entonces el Consejo del Sitio lleva a cabo líneas de acción para promover la memoria, la justicia y la transmisión de la historia reciente vinculada al terrorismo de Estado a través de visitas pedagógicas en el lugar y otras actividades. También cuenta con equipos de trabajo para la investigación de la historia lugar y la problematización de la violación de los derechos humanos en el presente.

 

 

 
 
 
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Cobertura del acto por el 24 de marzo en el Pozo de Quilmes (Marzo, 2024).

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En la Justicia, los crímenes de lesa humanidad cometidos en el Ex-Pozo de Quilmes se elevaron a juicio en 2015 en el Juicio “Brigadas”. Se incluyeron en la causa los casos de 175 víctimas que pasaron por el lugar.

El 26 de marzo pasado, más de tres años después de iniciado el juicio, se conocieron las sentencias a los represores imputados en la causa. El represor Alberto Julio Candioti fue condenado a 25 años y no tenía condenas anteriores. Hubo un absuelto: Enrique Augusto Barré, que cumplió servicios como segundo jefe de la División Delitos contra la Propiedad que funcionaba en el Pozo de Banfield entre 1975 y 1976.

Por otro lado, los siguientes diez represores fueron condenados a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad: Federico Minicucci, Guillermo Domínguez Matheu, Carlos Fontana, Jorge Di Pasquale, Carlos Maria Romero Pavón, Jaime Lamont Smart, Juan Miguel Wolk, Roberto Armando Balmaceda, Horacio Luis Castillo y Jorge Antonio Bergés.

Made with Flourish

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Quilmes, 17 de mayo de 2022.

Pasaron dos horas. Schell está por terminar su declaración: “A Quilmes vine la primera vez tirado en el piso de un auto, la segunda, en 1985 sentado en un auto en la visita de la CONADEP y la tercera vez, en el colectivo 281. Caminando venía acompañado de todos mis fantasmas, mis compañeros”.

Cierra su testimonio con una frase de la Abuela de Plaza de Mayo, Taty Almeida: “Justicia, no venganza”. Los aplausos estallan en el primer piso del Pozo, desde donde sus compañeros y compañeras siguieron la audiencia.

 

Docente del Taller de Producción Multimedia
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