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En búsqueda de la objetividad
Siendo conscientes de que la objetividad no existe, ni en el campo periodístico ni en el educativo, nace la pregunta de que si es algo que debería buscarse o penar la ausencia de ella.
Es imposible imaginar una respuesta cuando todo lo que nos rodea está condicionado por un contexto determinado. En el ámbito académico puede ser, desde una elección bibliográfica que implica un recorte temporal y espacial, por ejemplo, la mayoría de las investigaciones académicas sobre la imprenta ignoran los antecedentes latinoamericanos y solo se enfocan en Europa (Ferreira. 2000). O aquellas
lecturas de autores que conectan intrínsecamente al docente —y su rol de “portador de objetividad”— con su ideología o responden a sus experiencias de vida.
Yendo al ámbito universitario, presuponer que el adoctrinamiento funciona, es similar a sostener la teoría de la aguja hipodérmica desde la comunicación. Es decir, tanto espectadores como alumnos estamos condicionados pasivamente ante el docente, al igual que a los medios de comunicación. La diferencia radica, en que los universitarios, somos responsables de nuestra (in)formación, de adquirir herramientas que permitan problematizar contenidos y discernir discursos.
Además, a qué le llamamos adoctrinamiento ¿sólo lo percibimos cuando no coincide con lo que nosotros creemos?
¿Y en el caso de que sea similar a nuestras ideas?. No estamos obligados a suscribirnos a todos los enunciados que leemos u oímos, y en ese sentido, está pensada la libertad de cátedra, además del debate como ejercicio de la vida democrática.
Por último, entender que el propósito de formarse académicamente es generar y promover el pensamiento crítico.
¿Es eficaz el “adoctrinamiento”?
En Argentina podemos observar si este “lavado de cerebro marxista”, resultado de los contenidos que incluyen los planes de estudio, se ve reflejado en los funcionarios que ocupan cargos gubernamentales. Tomemos el caso de Victoria Villarruel, quien probablemente dada su edad, se doctoró en abogacía durante el proceso de desfinanciamiento universitario del segundo gobierno menemista.
Según el sitio de .UBADERECHO, donde Villarruel se graduó, figura vigente el plan de estudio del 2004 y su antecesor correspondía al año 1985, más allá de algunas modificaciones y actualizaciones. Este último, sería con el que la vicepresidenta se tituló y si nos ubicamos temporalmente, el retorno a la democracia era reciente, como también el juicio a las juntas (1985), las leyes de Punto Final y Obedencia Debida (1986-1987), pese a que los responsables de los crímenes de lesa humanidad ya habían sido indultados por Menem a tres meses de haber asumido (1989).
Hoy, sabemos que Victoria Villarruel, es partidaria de promulgar “la historia completa”, por su vínculo sanguíneo con los militares,
además de contar con el acceso a las fuentes y sus testimonios sobre los horrores que cometieron durante la última dictadura militar, es una decisión personal reivindicar a los genocidas. Lo cual demuestra que la efectividad del adoctrinamiento es falsa, ya que su sesgo ideológico y familiar deja al margen cualquier prueba, consenso social y académico sobren los setenta. 
Dónde estudiaron los responsables del desfinanciamiento
Muchos funcionaros del gobierno, sin mencionar a los diputados nacionales de diferentes espacios políticos —sería una extensa lista—, se graduaron en universidades públicas. Pese a esto, en la actualidad justifican el desfinanciamiento luego de acusar e instalar la idea de malversación de gastos, falta de auditorías y adoctrinamiento.
